No se puede ser más ( o menos ) que arbitrario cuando se trata de la obra de autores que conmueven de un modo particularmente hondo.
Y es que ser humano es ser arbitrario.
Albedrío y arbitrario tienen demasiada consonancia como para suponer azar alguno.
Frente a la honestidad y la revelación ( rebelación ) de Camus, sólo queda -en un primer momento- la conmoción: alguien supo del anhelo, el exilio y el ansia. Mi humanidad, mi particular humanidad, resulta protegida por palabras dichas hace un tiempo ya.
Si puedo sortear el eclipse que provocan las preguntas de quien quiso ser mi semejante, debo soportar la condición de conmoción. No es sencillo. El maestro dibuja -sin querer- sobre el rostro del alumno.
Camus aborrecía la esclavitud. No lo dijo, pero podría haberlo dicho: "Libérate". Y yo escucho -debo escuchar- : "Libérate también de esta fascinación".
No quiero transcribir su letra ni ser huésped fugaz de su espíritu.
En mi optimismo sin esperanza, Camus confirma -desde aquel lado de la muerte en que vive- que frente a la peste siempre habrá, al menos, un hombre rebelde dispuesto a reeditar el combate.
Guillermo Bogani
Publicado en leedor.com
Bibliografía arbitrariamente imprescindible:
"El huésped" (cuento).
"La peste" (novela)
"El malentendido" (teatro)