Dios te bendiga, príncipe de las mareas de la memoria. Serás -al menos para mí- inmortal después de muerto. Una leyenda. El relator que desdice la historia oficial.
La patria primera sea contigo. Y con su espíritu, su goce y su quebranto.
A quién se le ocurre -hermanito- husmear allí donde el dolor y el ansia no caducan, y el tiempo es una trampa tendida por un Dios que ha dejado de existir.
Todo niño es un creyente que comete el más moral de los pecados: desatender la muerte.
En los jardines de Kensington (que no conocemos) me encuentro jugando sólo para escapar de la infancia.
Tu libro publicó mis tristezas. Se animó a recordarme que siempre volverán para impedir su olvido.
Y, es cierto, una sola cosa está clara: hemos fracasado bellamente. Nadie puede regresar, no importa cuanto lo hayan amado.
Ni Borges pop ni Peter Proust.
Conmovedor Fresán.
Guillermo Bogani
Publicado en leedor.com