Buena parte del cine argentino -devenido Nuevo Cine Nacional- no puede, no sabe o no quiere terminar de despojarse de sus vestiduras.
Arropado desde siempre en la sobreactuación (por desaforada marcación actoral y/o por pudor de señalarle a Alcones o Darines que dejen de protagonizarse a sí mismos) se disfraza de sugerencia y ambigüedad para concluir en este caso con un multialabado acto fallido: "La Niña Santa".
Repleta de buenas intenciones, transcurre como cansada de todo y exhibe un altivo desdén a eso que supone viejas fórmulas. Confundiendo austeridad con medios tonos y prudencia con escasez, obliga al espectador (avezado o no) a un exasperante ejercicio del como si.
En su intento de ir hacia las antípodas del lugar común, termina rebotando en lo ya visto.
Avanza por impulsos. Propone y -al mismo tiempo- desdibuja una trama profunda y compleja. Malogra la intensidad de lo que promete en contenido y significancia.
Lucrecia Martel quiso testimoniar mucho diciendo poco. Y lo obtenido fue -precisamente- poco. Salvo, claro está, la estupefacción del público frente a su celebradísimo (por la crítica) "final abierto".
Abierto a la sospecha de que resulte imposible concluir aquello que nunca comenzó plenamente a suceder.
Guillermo Bogani
Publicado en leedor.com